jueves, 10 de abril de 2008

Diputados

Estamos asistiendo en estos días a una nueva frustración del diputado electo Luis Abelardo Patti: cuando la Suprema Corte de Justicia, cabeza del poder judicial en la República Argentina, dice que no se puede impedir que el señor Patti asuma su banca, vuelven a aparecer las chicanas que al final, sin duda y lamentablemente, lograrán lo que buscan... y volverá a ser burlada la voluntad de los que lo votaron.
No soy simpatizante del subcomisario Patti, ni soy enemigo. Me parece una barbaridad que una persona que fue electa por el voto libre de la gente no pueda asumir porque se le presume algún pasado non sancto. Me pregunto quién de los elegidos que sí asumieron su banca está libre de pecado. Miguel Bonasso, por ejemplo, reconocido militante de los cuadros superiores de la organización paramilitar montoneros, gente que planificó y ejecutó asesinatos de muchos argentinos en la triste década del '70. Este señor fue electo como integrante de una lista sábana, o sea que muchos de los que votaron esa lista no lo querían expresamente a él, sino que lo recibieron "de regalo" en lista ganadora.
No es así el caso de Patti: aquellos que lo votaron lo querían a él. Pero, curiosidades de esta democracia, el que daba lo mismo fue aceptado y el que fue buscado no entra.
¿Qué se espera de alguien que ocupará una banca en una de las cámaras del Honorable Congreso de la Nación? Seguramente que interprete, de alguna manera, la voluntad de quienes lo votaron para que éstos se sientan representados. Esto es vital en un sistema de gobierno como el nuestro: el pueblo no gobierna ni delibera sino a través de sus representantes.
No todo el pueblo está de acuerdo con Bonasso, ni con Patti, ni con Chiche Duhalde, ni con Ibarra y podría seguir la lista, pero todos los que fueron votados deberían estar porque fueron puestos por el voto popular de gente que quiso que estuvieran allí y por eso ejerció su derecho pensando que así sería respetado. Pero se equivocaron, nos equivocamos.
Una vez más nuestros derechos han sido burlados, aun de aquellos que no votamos a Patti. Una vez más la cuestionada lista sábana nos impone a gente que nadie quería y los "demócratas" que alguna vez tiraron bombas, mataron gente e ignoraron la democracia existente en ese momento, impiden el cumplimiento de la sagrada voluntad popular.
Será que tendremos que acostumbrarnos también a esto, así como nos hemos acostumbrado a la inseguridad, a los accidentes de tránsito, a los cortes de vías públicas que son de todos pero de nadie en particular.
Pero, ¡cuidado!, esto es peligroso. Podría pensar algún distraído que la democracia no es tan buena después de todo. O terminar, como Mafalda, riéndose a carcajadas mientras leía la definición de la palabra democracia: es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. ¿A ud. también le da risa?

miércoles, 27 de febrero de 2008

El peligro de la rutina

Creo que de una canción de Miguel Cantilo y Jorge Durietz (o Pedro y Pablo como se los conocía en los '70) surgen las palabras: "pero amigo, guarda con la rutina, que es como una carabina que mata a repetición". ¿Buen juego de palabras no?
Pero lo que no es ningún juego es que acostumbrarse a determinadas cosas, como si debieran ocurrir inevitablemente, nos llevará a que esas cosas sean de cumplimiento efectivo.
Hay algunos hechos que están ocurriendo en nuestro país, principalmente en las grandes ciudades, que en un principio nos espantaban, después nos asombraban y, cada vez más, nos resultan casi "normales".
Ejemplo uno, accidentes de tránsito: han pasado a ser parte del folklore criollo. Cada día nos despertamos con la noticia de terribles tragedias que cuestan varias vidas humanas. Por distintas causas la pantalla chica nos muestra imágenes de montones de hierros retorcidos que alguna vez fueron autos, micros, camiones, etc. Y, como un cuadro macabro, al lado de esos hierros, bolsas de polietileno o diarios debajo de los cuales se tapan (a veces) a seres humanos de distintas edades que de pronto serán enterrados junto con sus sueños y esperanzas.
Un ingeniero especialista en temas de seguridad vial fue invitado a participar de un congreso de la especialidad en Canadá. Mientras completaba un formulario con datos sobre estadísticas de su país, Argentina, un colega local vio que en el casillero "Cantidad de muertos por accidentes de tránsito en el mes" la cifra alcanzaba a 200. Cuando el ingeniero canadiense le hizo notar el supuesto error creyendo que ese dato era anual, nuestro compatriota le aseguró que no había ningún error. Saque cada uno sus propias conclusiones.
Nosotros no nos asombramos como el canadiense. Casi que esperamos la/s noticia/s que nos diga cuántos han sido esta vez... cuántos muertos, digo. A menos que le suceda a algún conocido, la noticia pasa de largo, como si no hubiera solución alguna. Y lo peor es que si creemos que no habrá solución a este problema que destroza cientos de familias cada año, estamos echando las bases sólidas para que efectivamente no haya solución.
Ejemplo dos: la inseguridad. Ya no hay barrios ni ciudades seguros. Los countries que alguna vez fueron reductos seguros -y carísimos- hoy aparecen en las noticias del día afectados por robos, en el mejor de los casos sin víctimas fatales. Ni hablar en los barrios marginales (¿cuáles serán o cuáles no serán?), donde por cualquier cosa primero golpean y disparan y después roban. Por diversas razones el mapa del delito se puebla cada vez más, los malhechores que caen presos salen más rápido de lo debido y los que tienen condenas efectivas, efectivamente se benefician con la libertad inexplicable. Y si el ejemplo que viene de arriba es "dénle para adelante que no pasa nada", estamos más que en el horno.
Cuidado!, no lo aceptemos porque es evitable. Cuando la ETA golpea fuerte en España, la gente, el pueblo, sale a la calle en silencio. Un millón de personas en la calle es mucha gente. Sin romper nada, sin quemar autos, sin gritos hostiles, más aún, en silencio. Porque basta con la presencia y algún pequeño cartel en la mano. Mucha gente en silencio en la calle hace mucho ruido.
En 2001, cuando nos tocaron el bolsillo, los argentinos salimos a la calle, y eso que en la mayoría de los casos son cosas recuperables. Hoy no nos tocan el bolsillo, sino la vida de nuestros hijos o de nuestros padres o hermanos o amigos. ¿Será que estos valen menos que los dólares? Yo no lo creo pero... a las pruebas me remito. No quiero ser alcanzado por la rutina que, como decía, es como una carabina que mata a repetición".

lunes, 25 de febrero de 2008

Otra de Maradona

Diego Maradona alcanzó una fama muy merecida haciendo, con una pelota, cosas que nadie más hizo. En casi todos los equipos en los cuales jugó, Maradona brilló y produjo resultados que quedarán en las mentes y los corazones de todos aquellos que lo vieron. Y en ese aspecto, este hombre ha sido único y para muchos, entre los que me incluyo, el mejor de todos los tiempos.
Pero luego de finalizada su actividad específica, su vida particular entró en un tobogán que repercutió en su vida profesional y terminó por destruirla, llegando casi al borde de la muerte.
Y cuando no pudo destacarse por su buen juego, comenzó a subir el tono polémico de sus comentarios, estimulado (tristemente) por los que le acercaron un micrófono creyendo que quien había sido un genio con una pelota en sus pies podía, por eso solo, hablar de cualquier tema como si fuera un experto. Y, claro está, opinando no fue como cuando jugaba. Pero él creía que sí y la troupe de obsecuentes que le acercaban los micrófonos y los grabadores lo aplaudían, aunque estuviera hablando con absoluto desconocimiento del tema que abordaba.
De pronto, como cuando irrumpe en su palco en la "bombonera", él espera el aplauso y la ovación y supone, erróneamente, que debe hacer "algo" para alimentar a las fieras. Y lo hace, claro. Y el ridículo y el grotesco están a la vuelta de la esquina.
Ahora, en el marco del torneo de tennis de Telmex, Maradona fue a ver el partido entre David Nalbandián y el italiano Potito Starace, un muchacho muy simpático y muy querido por el público habitual de ese deporte. Pero además, Starace es napolitano y, hasta ahora, admirador del 10. ¿Qué hizo nuestro ícono nacional? Dedicarse a insultar a Potito en español y en dialecto napolitano con el supuesto fin de "ayudar" a Nalbandián. Ni las quejas al árbitro general, ni los reclamos del italiano pudieron con el inefable Diego. Él continuó con su show, triste ciertamente, dando una imagen que se vio en muchos lugares por TV y que no nos ayuda, ni a Nalbandián ni a nuestro país.
Dicen que cuando Maradona entró al vestuario a saludar a David, Starace lo vio y, muy alterado y furioso, abandonó el vestuario en short, en ojotas y sin remera, para volver al hotel.
Por supuesto que esto quedará como una gracia del ídolo, que dirá que al italiano "se le escapó la tortuga" y necedades por el estilo y escuchará las risotadas obsecuentes de su corte de seguidores que es algo de lo que le queda.
Sería muy oportuno que alguien le anunciara al señor Maradona que la cancha de tennis no es la "bombonera" y que, en todo caso, permanezca en el reducto de la Boca cuando se disputen otros torneos de tennis que no necesitan de su particular aliento.